Durante estos años de crisis la correlación de fuerzas en la economía mundial ha venido transformándose, y nuevos nichos de resistencia han aparecido. Los mercados asiáticos se volvieron más atractivos que los europeos, y se percibe cada vez más a los países del BRICS como una potencial locomotora del crecimiento mundial. Aumentan las dudas en torno a la hegemonía imperial de los Estados Unidos, y se cuestiona la habilidad de las principales potencias occidentales en controlar eficazmente los procesos que azotan al mundo. En los viejos países industriales, el deterioro de los salarios y la reducción de las protecciones sociales de bienestar han agudizado los antagonismos de clase. La primavera árabe muestra que los antiguos modelos de gobierno ya no funcionan. Regiones enteras del planeta están en busca de un nuevo modelo de desarrollo, y los pueblos se levantan para luchar, defender su dignidad y su derecho a un desarrollo autónomo.
Paradójicamente, la crisis del sistema también ha revelado las debilidades de los que lo critican, quienes desde entonces han mostrado una vez tras otra su falta de preparación para formular alternativas radicales pero concretas y pragmáticas, o para impulsar una estrategia clara y viable, un plan de acción que permita transformar la situación. La crisis impone que desarrollemos estrategias específicas para liberarnos una vez por todas del túnel sin fondo que representa el neoliberalismo.
Muchas sociedades no sólo necesitan cambios que permitan mejorar las vidas de la mayoría de la población, pero se confrontan también a deber manejar las consecuencias de retrocesos a largo plazo. Los pueblos están ante la tarea de no solamente construir nuevas relaciones sociales e instituciones, sino también la de reconstruirse a partir de lo que el modelo ha dejado en ruinas. Los resultados de la globalización desde los años 1990 no pueden ni deben ser ignorados, pero las contradicciones que surgieron en este periodo sólo pueden ser superadas mediante un cambio fundamental en el orden social, económico y ecológico. Estas transformaciones deben ser de envergadura global, pero se implementarán a nivel nacional. La razón por la presente ausencia de rumbos radicales no reside en que resulta imposible alcanzar cambios en un país u otro de manera autónoma. Cada proceso prescinde a que alguien le de inicio, y el problema no se fundamenta en la limitada naturaleza de las posibilidades. El fondo reside en la ausencia de estrategias claras, en la capitulación de la izquierda moderada ante el neoliberalismo y el “libre mercado”, así como el estado de poca preparación de los movimientos radicales en pensar y actuar de manera práctica, para darle respuesta a las necesidades específicas expresadas por la sociedad.
El desafío aquí reside sobretodo en formular principios de un nuevo Estado de bienestar, que no este orientado hacia cada vez más consumo sino hacia ayudar la reproducción social, e implementar una solidaridad práctica a nivel institucional. Necesitamos colocar nuevamente a discusión el tema de la propiedad pública, de las posibilidades de extenderla, de las áreas dónde ésta se puede desplegar y a la vez de las limitaciones que pueden surgir. Necesitamos explorar formas modernas y efectivas de nacionalización. Una vez más debemos considerar los derechos de los y las trabajadoras y de los sindicatos en su relación con la producción, los derechos de los campesinos / agricultores en su relación con la tierra y la agricultura, de manera a preguntarnos cómo podemos impulsar una nueva industrialización en los países desarrollados y simultáneamente tener en cuenta las necesidades ambientales, sociales y culturales de la sociedad, incluyendo los retos de superar la desigualdad entre mujeres y hombres, el racismo y la opresión de las y los trabajadores migrantes. Necesitamos discutir los desafíos de una política energética, de las reformas al sistema financiero, de los controles al movimiento de capitales y de los métodos para combatir las operaciones “offshore”. Necesitamos no sólo criticar la OMC o el FMI, sino también sugerir una estrategia alternativa para la integración económica y la cooperación inter-estados, inclusive a nivel regional.
Como en el pasado, los intercambios críticos sobre temas de índole global siguen amarrados a la agenda y eventos de las élites mundiales, y es poco probable que logremos cambiar eso en un futuro cercano. Desde el año 2008 los líderes de los 20 países más potentes a nivel económico se reúnen periódicamente en distintos lugares del mundo para discutir de cómo resolver la crisis económica global. Ha habido cumbres en Londres, Pittsburgh, Toronto, Seúl, Cannes, y Los Cabos, México. Y en cada ocasión estos encuentros están acompañados de alter-foros o contra-cumbres organizadas por los movimientos sociales y grupos de la sociedad civil. La contra-cumbre en San Petersburgo será la 7a y esperamos que constituirá una oportunidad para avanzar en el desarrollo y concretización de una agenda de cambio social.
Es fundamental subrayar la importancia de la auto-organización democrática del proceso de contra-cumbre y por ende se rechazan los intentos de manipular y controlar desde arriba su preparación tal como se observa en la constitución de un “Civil 20” (C20), un grupo que declara abiertamente su asociación con la organización de la Cumbre oficial y que promueve la agenda del gran empresariado.
Esperamos utilizar tanto la reunión del G20 en San Petersburgo en septiembre del 2013, y el proceso de los BRICS, como oportunidad para desarrollar y llevar adelante nuestras propias soluciones a las problemáticas que el sistema neoliberal es incapaz de resolver. Las reuniones y acciones impulsadas en este contexto deben articularse en un solo proceso que denominamos la Iniciativa Post-Globalización. Esperamos que la Contra-cumbre 2013 en San Petersburgo se destacará no simplemente como el evento más reciente de criticismo al sistema, sino también como un espacio para el desarrollo de programas específicos y de estrategias que apunten a una salida a la crisis.
Durante los últimos años, las élites neoliberales han mostrado su incapacidad en aterrizar una estrategia anti-crisis viable. El tiempo ha llegado para que otras fuerzas, promotores del Estado de bienestar, organizaciones de base y de la izquierda, presenten su alternativa. Si esta alternativa es concreta y realística, tendrá éxito en movilizar la sociedad. El eslogan “poder a los y las millones, y no a los millonarios” se proyectará entonces en un cambio práctico.
Lista de firmantes iniciales:
Redes regionales / internacionales: Focus on the Global South (Asia: Thailand, Philippines, India) / Food & Water Europe / Hemispheric Social Alliance – Alianza Social Continental (Américas) / Latindadd (Latin America) / Plataforma Interamericana de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo, PIDHDD (Latin America) / Red de educación popular entre mujeres de América latina y el Caribe (REPEM LAC (South America and Caribe)
Organizaciones nacionales, redes y movimientos: Alliance for Progressive Labor, APL (Philippines), Attac France (France), Brazilian Network for Peoples Integration (Brazil) / Center for Civil Society (South Africa) / Ecologistas en acción (España) / FOCO (Argentina) / Global Exchange (USA) / Navdanya – Research Foundation for Science Technology and Ecology (India) / Transnational Institute (Netherlands) / Unión Popular Valle Gómez, A.C. (Mexico) / Worldview The Gambia, WTG (Gambia)